La Maga Nora y qué la cansó de hacer magia.
Cuento de La Maga del monte Neripe a las afueras de Fialmalá #1
Nora tenia mas de 120 años, usaba un bastón de ciprés con punta de palo santo verde, le había adherido en la parte alta una piedra de ónix, sus ropas eran holgadas por que los años la llevaron a usar lo liviano, sin ajustarse el cuerpo, que nada la marcara, ya demasiado había tenido para ser ella quien marcase con trapos sus pieles.
Nora, la maga tsupacha como le decían en el pueblo, vivía cuesta arriba, su casa era la ultima en ver el sol en Naripe su pueblo reverdeciente, una especie de aldea, llena de casa antiguas con anhelo de desarrollo, pero más que la cascada azul no había, atracción que trae a turistas y jovenes a probar suerte cerca. Eso si hay miel y lavandas, cerámica y cueros, alfajores naripeces y musica folclórica, de eso si nadie puede decir que no eran buenos haciendolo.
Nora paso sus últimos 45 años subiendo todos los días la colina para llevar a su casa alimentos del mercado, por muchos años tuvo su huerta, pero desde que falleció su Bidul nunca mas pudo acercarse a ella. Antes tenían todo, desde gallinas hasta cedrón, desde leche de nuez hasta conservas de tomate, todo absolutamente todo como para no tener que casi bajar al “pueblucho” como ella le decía. Nora y Bidul fueron mas que amantes, fueron los magos del pueblo, curaban, protegían, aconsejaban y enseñaban a cada persona que se acercaba a la Bedolla la casa que compartían.
A esas alturas Nora, ya esta cansada, subir y bajar cada día le lleva 2 horas 45 minutos de caminata y se negaba a bajar en su burro Keto, nada la lastimaría mas que su burro cargara a una vieja con bolsas, ¿porqué le haría eso a su compañero Keto?. Aunque a veces parecía dura, Nora amaba a sus animales, tanto como a sus flores y su hongos. Los tres reinos eran para Nora su salud, su medicina y su fuente de máxima inspiración creativa, así que ir al pueblo caminando era su única opción.
Más allá de ser una maga herbal, una silenciosa amante de los atardeceres y una incasable trabajadora de los sueños, la Psupacha estaba cansada. Muchas de esas personas subían a pedirle un consejo desesperados, con urgencias y expectativas inmediatas de tónicos salvavidas. Por años Nora les dio y les dio, les aconsejo y apoyo, sacaba frascos de su vieja alacena y piedras de sus baúles de roble para darle a cada desahuciado un botiquín de medicinas, a veces le preparaba sahúmos de limpieza, otras veces eran destilados de 9 lunas, otras tantas cocinaba bruma de hierbas y micelios de fíalmala, nada sencillo, nada era vago en la vida de la maga, cada persona que llegaba era espectadora de la preparación que montaba con mucho criterio en su cabaña. Manteles bordados color tierra, puntillas hechas a mano que cubrían su tablón, un viejo masón de carpintero que por muchos anos utilizo Bidul para hacer objetos de la tienda Gafreza. Nora era un artista para sus invitados, una anfitriona sensible, cuidaba sus detalles y aromas. Pero se empezó a apagar.
Se cansaba si, por que muchos llegaban a relatar sus historias de dolor, se iban bien pero ella empezaba a quedar mal. La Maga contemplaba el dolor y lograba a hacerlo piel. Pocos eran los agradecidos o los que dejaban su propina en la mesa de entrada, rara vez alguno traía un pan caliente o un canasto de leña como forma de agradecimiento. No era ese su motor de curandera, no eran los presentes que alguno podría hacerle, o las promesas que nadie cumplía. Nora se apagó por enojo con ella misma, por no tener un cartel de “cerrado” ó decir un día al mes “hoy no atiendo”.
Nora se cansó por que -dio sin darse-, y bien ella sabe que para ser una buena medica hay que tomar antes la medicina, si no de que sirve una curandera que atiende enferma.
Lo que más la hundió a la maga fue que se había encontrado varias veces ayudando sin que se lo pidieran, por que vaya descarado el que iba a buscar ayuda y no hacia nada por cambiar y muchos menos pagaba su consulta, pero ayudar al que no quiere ser ayudado, aconsejar al recién conocido, que cosas eran esas que Nora había empezado a practicar sin haberlo decidido. ¿Porqué ese empeño por ver gente curada?, ¿porqué el dolor por el dolor ajeno? Nora se enfermó por no poder decir “hasta acá llegamos hoy” pero mucho mas por ir a buscar la desesperación. La vieja maga estaba obsesionada por dar, por ser mas maga. Era su rol, ya nadie la invitada a tomar té de menta desinteresadamente, o a que se uniera a las ferias de los 3eros domingos sin que fuera por alguna necesidad. Nora se acomodó en un lugar que la condeno a una sola cosa, a que la extractivisen bajo licencia firmada por ella misma.
Que diria su ‘yo’ del pasado si después de tanto tiempo todo lo aprendido parece que hubiera quedado en el olvido, en que tipo de maga se había convertido.
Gracias, continuara..